Cuando la verdadera esencia se impone a los prejuicios no
hay poder humano que obligue al ser a transitar caminos que no aporten plenitud
a sus días.
Desde los tiempos remotos de su niñez se vislumbraba ya
que su vida no sería una vida común, esa que todos, padres y maestros, amigos y
hermanos, entorno y sociedad esperan que camines, y no fue fácil…no, todo lo
contrario, hubo de todo para persuadir los firmes pasos que desde edad temprana
caminaban en un sentido en el que no a todos agradaban.
Vientos huracanados la arrastraban con fuerza hacia el
abismo negro en el que irremediablemente caerían sus sueños para ir a morir en
el fondo, sin haber logrado ver siquiera un atisbo de vida.
Cuantas veces oyó el sermón aquel…”Haz algo de provecho,
de las letras no se vive…los poetas
mueren de hambre.” La familia de quién se
espera por lógica el apoyo, tristemente le dio siempre la espalda, o
simplemente no comprendían el mundo aquel en el que ella encontraba verdadero
sentido a sus días, pero lo más triste del caso es que ni siquiera había el
interés por tratar de comprender lo que había en el interior de su alma, esa
sensibilidad que a veces por ser tan intensa y delicada suele doler tanto cual
delgado y fino filo de un cuchillo, esa manera de ver la vida, de sentir
personas, acontecimientos, alrededores, naturaleza, sucesos..etc, etc, etc y que con cierta impotencia miraba que para
los que le rodeaban pasaban desapercibidos, es una situación que día tras día
aísla, duele y aísla, y le iba dejando sola en el rincón más lejano, triste
castigo de una sociedad, de un entorno en el que por no entender los
sentimientos de los demás les es más fácil ignorar a la persona, poniendo una
alta pared de indiferencia y frialdad, una incomprensión que le cerraba el
camino de una manera abrupta y que aplastaba con singular crueldad a la mujer
soñadora, tierna, dulce y buena que principiaba apenas su sendero.
La “loquita” de la familia, eso era para ellos, en
diferentes palabras, con indirectas y a veces también con hechos se lo hicieron
sentir de mil maneras, tiempos dolorosos que aún de vez en cuando suelen traer
al presente con cierta virulencia como si se debiera pedir perdón por vivir a
plenitud y por hacer felizmente lo que que nos llena el alma.
Más la vida sigue, nada es estático, todo cambia, la
brisa de la libertad acaricia suavemente los sentidos de un presente que le
deja entrever con sutileza un nuevo sendero, que aunque reconoce que no es fácil,
le provee de lo necesario para luchar, para lograr vaciase por completo
letra tras letra en una metamorfosis tan indispensable como liberadora.
Llegaron los hijos, pasaron los días y crecieron, y con
ellos la fuerza, el ímpetu que a toda
mujer alguna vez le es necesario en el camino, ellos son el soporte, los
pilares de una existencia que no le fue liviana, y que de no ser por su
constancia aguerrida, por su fortaleza de mujer… sueños y proyectos hubieran
ido a deshacerse en la nada por las continuas piedras de incomprensión que tuvo
que sortear a cada paso. A los hijos, a ellos y por ellos, hoy se arma de
coraje por la vida y sus sueños, hoy tiene la certeza de que cada situación
tiene un porque, y de que todo lo vivido no fue en vano, hoy levanta su vuelo
en cada letra, segura de que siempre es tiempo de empezar de nuevo y de que el
ocaso le llegara solo cuando ella lo permita,
las alas que sus hijos con tanto amor y firmeza han colocado en su
espalda le dan el impulso que la llevará hasta confines inimaginables, donde
volcará en palabras, en letras y versos su esencia de mujer completa y libre.
Betty Mtz Compeán
(La pintura es de: Lucía Sarto)